Ezequiel Canero

II

El espíritu de las cosas es reconocido

gracias a la permanencia de los olores.

Sobrevivir en el aroma

que se desprende de las telas,

abordar un perfume en cada rastro

y como un perro sabueso entrar en una habitación

sintiendo la presencia de otro que ya no está.

Quizás por eso nunca terminemos de morirnos

y esta sea una tarea imposible.

Cuando ya no queda nada de nosotros

la memoria hace que olfateemos los lugares,

los vestidos, las flores que alguna vez tuvimos

permitiendo sentir esa presencia como un extraño

que no tiene intención de abandonarnos.

Segunda parte del poema «Pensamientos de Telémaco», del libro Campo atravesado

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