María
La noche de su primer parto había sido
fría. En los años que siguieron ella
fue olvidando
la escarcha de las rústicas vigas y la estufa humeante
los ahogos con los restos del alumbramiento hacia la madrugada.
Pero sobre todo olvidó la amarga vergüenza
de no poder estar sola,
que es patrimonio de los pobres.
Y esa fue una de las razones por la que
en años venideros el hecho sería celebrado con una fiesta
en la que todos estuvieran presentes.
Se acallaron los groseros comentarios de los pastores.
(Más tarde en la historia se transformaron en reyes.)
El aullido del viento helado
se transformó en coro de ángeles.
Sí, y del agujero del techo, por donde entraba la escarcha,
sólo quedó la estrella, que los observaba.
Todo eso
lo reflejaba la cara de su hijo, al que sentía liviano,
que amaba la música,
que se rodeaba de pobres,
que tenía la costumbre de vivir entre reyes
y ver una estrella sobre su cabeza por las noches.
De las Poesías de Navidad, en 80 poemas y canciones, traducción de Jorge Hacker