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escucho con claridad
las voces de conversaciones ajenas
y no me molesta no sintonizarte, después de todo
estoy acostumbrado al ruido, al barro
nuestro lugar han sido siempre las trincheras
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de a poco me voy haciendo amigo
del blanco de estas sábanas
y me sorprende que sea la morfina
nuestro ansiado puente, el pasaje entre
nosotros dos
la manera de volverme
yo también un poco fantasma
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tuve una pesadilla en la que entonamos
una versión tormentosa del himno
en un estruendo
se escuchaba: oíd el ruido
derrotas, cadenas
y me sentía pequeño
y diminutos mis dramas
una ínfima gota en el diluvio
Últimos poemas de la serie «1982 (correspondencias)» del libro Temperley, En el aura del sauce, Buenos Aires, 2011.