Escena de la vida doméstica
De aquí, la limadura de oro impresa en la ventana;
se escuchan gritos en el fondo,
cacarea una vecina
y es lo que no se ve, lo que no se oye
una muralla que la imaginación pondera.
Bajamos las persianas
para ser un poco más íntimos,
no descubrirnos en ese cruce de miradas
que nos delatarían.
Juegos impertinentes
y el desconcierto en forma de pantera
salta a vibrar y armarse de coraje.
Aliento a después. Una hoja cae,
siempre caen hojas y del pasado a esta hora:
el mundo atravesado por tu nombre.