Lo rápido que pasaban las vacas y el campo.
Lo rápido que pasaban las vacas y el campo.
Tuve que subirme a la parte de atrás de la moto
para descubrir eso
que a la velocidad del movimiento la íbamos inventando.
Salimos con el sol a la altura del horizonte.
Cada tanto soltabas el manubrio para señalar los carteles
las letras blancas sobre el fondo verde de los pueblos vecinos.
Mis dedos se entrelazaban entre sí y entre tu ropa.
A más de cien kilómetros por hora
los mosquitos comenzaron a ser agujas.
El sol permanecía a pesar de lo demás
que iba, en cambio, convirtiéndose en manchas.
Y como esas cámaras que logran captar el movimiento,
pude notar que el árbol era también una línea,
que la vaca era también una línea,
que cada cosa era mucho más que esa cosa
y que nosotras también iríamos dejando un rastro.