Uno escribe poemas
porque está vivo. No se puede
enfriar el Ecuador y calentar
la Antártida; se puede
templar la voz. Las evasivas
palabras
se avienen al pautado molinete
del tiempo. Sin ponerse
fuera de sí – corpóreas,
consteladas –
son éxtasis. Leudante
es el sesgo innombrable
que se refracta: lo no dicho
produce clima, al pensamiento
le brotan yemas, un acento
de lenta languidez
de pronto es instrumento
de rebato. ¡Oh falacia
de ser ajeno, exiguo, vieja muda
que asfixia: la evidencia
despierta te descarta! ¿No es el arte
[la poesía, ¿no?]
del plantío en la lluvia, su primicia
de verde dicha? Fugitivos
brillantes en las ramas, alegría
sin yo, toda sumida
en el objeto. Instante,
revelación. ¿De qué?
No hay sujeto
que lo predique. Meta
del anzuelo en el agua
es presentarlo: a veces,
eso pica.
*
Parte de la inolvidable lectura de Hugo Padeletti el viernes 20 de noviembre de 2015 en el ciclo Poesía en la Terraza #10, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.