El candidato
Empecemos, ¿cumple usted
con nuestros requisitos? ¿Usa
ojo de vidrio, diente postizo, muleta
o bastón? ¿Lleva garfio, prótesis
en la entrepierna, en el pecho?
¿Suturas, señales de algo que falta? ¿No?
¿Cómo que no? ¿Qué podríamos darle, entonces?
Deje de llorar.
Abra esa mano.
¿Cómo vacía? Vacía. Aquí tiene esta mano
para colmar la suya y traerle
tacitas de té, ahuyentar su dolor de cabeza,
hacer lo que le ordene.
¿Se casaría con ella?
Está más que dispuesta
a bajarle los párpados cuando llegue el final,
a disolverse en la pena.
Y con la sal, empieza de nuevo.
¡Pero usted está desnudo!
¿Qué le parece este traje? Es oscuro
y rígido, pero le quedaría muy bien.
¿Se casaría con él?
No se moja, no se rompe, no hay llama
que lo queme, ni bomba que lo destruya.
Lo vestirá hasta en la tumba.
Perdóneme que le diga, pero usted tiene
la cabeza vacía. Yo tengo la solución.
Mi amor, salí de tu escondite.
¿Y este primor, qué le parece?
Ahora en blanco , como un papel,
en veinticinco años, será de plata
y de oro en cincuenta.
Muñeca viva, hará lo que le pida.
Sabe coser, bordar, cocinar,
y sabe hablar, hablar sin parar.
No tema, es un buen artefacto.
Bálsamo para su herida y,
para su mirada, espectáculo.
Querido mío, qué otra opción le queda.
Cásese, cásese, cásese con ella.