Sobre La brecha que existe entre los cuerpos

El poeta Santiago Hernández Aparicio leyó este comentario sobre
La brecha que existe entre los cuerpos, el libro de poemas que publiqué con Baltasara Editora en 2018, en la presentación del libro en Rosario hace unos meses. Me conmueve su mirada certera, cómo ve el trabajo de la piel endurecida en el poema para volverse nueva piel, otra armadura:

El prologuista [Jorge D’Alessandro] define a la poesía de La brecha que existe entre los cuerpos como una armadura pero no en el sentido, como podría parecernos a primera vista, de una prisión de rígidos preceptos, sino como el resultado de un trabajo de desarme, de disolución, de progresiva desnudez, porque la piel se endurece ante el viento hostil, los pies “se vuelven / cada vez más fuertes, / cada vez más corpóreos”. Esta paradoja se sostiene y resulta fértil en el mundo poético y político porque Daniela Camozzi desafía el sentido común occidental según el cual la sustancia precede a los accidentes, los fenómenos al noúmeno, la esencia a las apariencias, lo que es a lo que es percibido porque “un cuerpo debe quedar fijo / de una vez / y para siempre”. A lo largo del libro se realiza una exploración arqueológica de las capas del mandato social: las técnicas de la liviandad, la santidad, la maternidad, la civilidad, quizás resumibles, en tanto que experiencias, en el verso “pero solo he ganado discreción para mi lastimadura”. Estas capas, irónicamente poetizadas, se descascaran y dejan lugar a una nueva piel, a una armadura sin caballerx que ocultar: “Esta herida obsesiva, / abierta, / es sólo mía”, dice la voz lírica o “un órgano, un tejido / se desquicia”. Lo que resulta inevitable, sin embargo, es la marca del dolor, porque la brecha que existe entre los cuerpos es insalvable. Los versos, en una lengua directa y hábilmente encabalgada, de pronto se vuelven conscientes de la posibilidad del malentendido, de que la traducción existe porque “la palabra / que yo quise caricia / sufrió / en su viaje hacia vos / la peor transformación / y te lastimé / de un modo que ya / no podré reparar”. Ante esta posibilidad aparentemente desoladora, la tarea del despojamiento y la armazón constantes no cede, rebelde a la supremacía de la vigilia sobre el sueño para “ver lo que queda oculto / cuando andamos con los ojos abiertos” o simplemente confiarse distraída a la mirada del amor en un sueño, cuando la comunicación resplandece “sin traducciones ni diccionarios”.

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Gracias, Santiago, por este texto y por tus increíbles poemas.
Gracias a Baltasara, a su editora Liliana Ruiz, por su impulso y constancia.

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En la vorágine de la vida, la crisis permanente, cuesta actualizar este blog, las redes conspiran contra este formato, ¿ya antiguo?
Quizá lo sea, pero me gusta conservarlo, ampliarlo cada vez que puedo. Pensarlo como una pizarra de corcho donde cuelgo lo que no quiero que se pierda, las cosas que valoro. Para encontrarlas luego sin dificultad según su categoría. Y para darlas a leer: una pizarra que no está solo en casa, una cartelera de objetos compartidos. Objetos que se convierten en miniaturas de un mundo, como quiere Bachelard en La poética del espacio.

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La imagen de esta entrada es una obra del artista Bruno Rota.

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