Soy esa tripulante
de una nave espacial
que sale a reparar
la falla de rutina
en unos cables que
de tanto resplandor
el mismo sol parecen.
La que confía en las normas
de la física, el cine,
en que nada muy malo
va a pasarle si cumple
con su rol prefijado.
Pero alguien debe haber
cambiado ese guion
que debía prevenir
tan fácil cada falta
y cortó el reaseguro
que me ataba a la nave.
Ahora giro hacia atrás
y solo veo de ella
un grano de arroz plata.
El oxígeno alcanza
unos segundos más
y yo caigo otra vez
en mi riesgo mayor:
no me pongo a admirar
la noche titilante,
el misterio del cosmos.
Lo único que me abruma
es la tarea incumplida.
